
por Catalina Donoso
En la película Rambo: First Blood, el protagonista —un exmarín de guerra—, en su epílogo final, narra lo difícil que es para un veterano volver a la rutina de su país, reintegrarse a la vida laboral y construir una vida pacífica y familiar. Esa reflexión, dura y honesta, sirve como punto de partida para Roofman (Un buen ladrón), la nueva película dirigida por Derek Cianfrance, que abre con una observación muy similar: ¿qué ocurre cuando la sociedad cierra todas las puertas a alguien que solo sabe servir, proteger y resistir?
Jeff reflexiona en voz en off lo difícil que es tener un buen trabajo siendo un exmarín. Tanta preparación, tanto talento… y aun así, no poder aprovecharlo. La carencia laboral y económica le impide sostener a su familia, y poco a poco siente que su vida se derrumba. Su rutina hogareña ya no encaja con la disciplina militar que moldeó su carácter. De la frustración nace la idea más loca de su vida: usar su ingenio y entrenamiento para robar, no por codicia, sino por necesidad y desahogo.
Mostrada en tono de comedia y con una narración relajada, Roofman no es una historia de héroes ni de villanos. Su protagonista no es un actor: está basado en la vida real de Jeffrey Manchester, un ingenioso criminal que en los años 90 robó más de 60 restaurantes McDonald’s en Estados Unidos. Lo hacía de madrugada, entrando por agujeros que cortaba en los techos, lo que le valió el apodo de Roofman. Finalmente fue arrestado, pero logró escapar de prisión y, durante su fuga, se ocultó durante seis meses en una tienda abandonada de Toys R Us, donde construyó un refugio secreto sin levantar sospechas.

Su doble vida, su astucia y la manera casi cinematográfica de sus crímenes lo convirtieron en una figura fascinante, mitad genio, mitad sombra. Cianfrance toma esa historia real y la convierte en un retrato humano sobre las decisiones, las segundas oportunidades y los límites entre la moral y la supervivencia.
Un detalle curioso y poderoso es cómo la película refleja dos tipos de prisión:
la que impone la ley al castigarte por tus actos, y la que tú mismo te impones al cargar con tus decisiones. Jeff, escondido durante seis meses en la juguetería, también era prisionero de sí mismo. Aunque caminara libre por las calles, no podía ver a su familia ni confesar quién era realmente. Esa paradoja convierte la comedia en una historia de soledad, culpa y redención.

El carisma de Channing Tatum como Jeff quien con unos bellos pectorales y sonrisa de encanto es imposible verlo como villano y odiarlo. Con su sonrisa desarmante y una vulnerabilidad poco común en personajes de su tipo, Tatum logra que el espectador empatice con él, hasta el punto de justificar sus actos. A su lado, Kirsten Dunst, Peter Dinklage y Ben Mendelsohn completan el elenco con actuaciones sólidas, dando equilibrio entre el drama y la comedia.
Dirigida por Derek Cianfrance (Blue Valentine, Sound of Metal), Un buen ladrón es una película entretenida, ingeniosa y melancólica a la vez. Habla de errores, de segundas oportunidades, y del precio de las decisiones que nos marcan.
Porque a veces, los techos que cruzamos no solo son de metal… también son los límites de nuestra propia conciencia.
