
Este 2025, el mítico conde de Transilvania vuelve a la gran pantalla de la mano de Luc Besson, director de clásicos como El Quinto Elemento, Lucy, Transporter y Valerian. Con un estilo visual inconfundible y una sensibilidad para mezclar acción, drama y estética poderosa, Besson se adentra en el corazón gótico de una de las leyendas más inmortales: Drácula.
En esta propuesta, el romance y el horror se abrazan bajo cielos de invierno interminables. Con un cuidado despliegue de vestuario, fotografía y ambientación que recorre siglos de historia, Drácula nos invita a caminar por la delgada línea que separa el amor eterno de la maldición perpetua.
La historia
Cuatrocientos años han pasado desde que el príncipe Vlad perdió a Elisabetta, su gran amor. A falta de su esencia, maldice a la Iglesia y es condenado a no morir jamás. Los inviernos se hicieron más y más largos… hasta que el hombre quedó atrás y nació el Conde Drácula: solitario, desamparado, sediento de pasión y venganza.
A través de los siglos, su búsqueda lo lleva a crear un perfume irresistible, capaz de despertar pasiones y quebrar voluntades. La trama viaja desde la Edad Media, pasando por el Renacimiento y la Ilustración, hasta llegar a la época victoriana, culminando en las calles de París, donde la oscuridad y el deseo se entrelazan en un desenlace tan romántico como sangriento.

El sello de Luc Besson y el reto del mito
La película está impecablemente ambientada, ofreciendo una mirada personal a la historia de Drácula. Es un riesgo y un acto de valentía por parte del director: este género ha sido contado y recontado tantas veces que sorprender al público es una tarea titánica.
Luc Besson logra una propuesta visualmente atractiva, con un vestuario cuidado, una narrativa que mezcla romance y horror, y un viaje que nos hace recorrer siglos. La interpretación de Christoph Waltz vuelve a ser excepcional, dotando a su personaje de una intensidad magnética. Por su parte, Caleb Landry Jones encarna a Vladimir/Drácula con una presencia hipnótica, y su voz grave y profunda estremece en cada diálogo.
Sin embargo, hay ciertas vicisitudes históricas: detalles en el vestuario durante la secuencia de baile, y en las armas utilizadas, rompen un poco la coherencia temporal. Aun así, aunque queda lejos de superar la icónica versión de Coppola, esta adaptación entretiene, cautiva y ofrece una mirada fresca a un mito eterno.
Elementos visuales y técnicos
Uno de los mayores aciertos de Drácula es su apartado visual. La dirección de arte recrea con detalle cada época que atraviesa la historia, desde la sobriedad oscura de la Edad Media hasta la sofisticación de la París victoriana. El vestuario, aunque elegante y teatral, presenta algunos anacronismos visibles, sobre todo en la secuencia de baile y en ciertas armas, pero no resta a la atmósfera gótica que predomina en pantalla.
La fotografía utiliza una paleta que transita entre el rojo profundo, el dorado apagado y negros densos, resaltando la dualidad entre pasión y condena. La música, con cuerdas dramáticas y coros etéreos, acompaña el tono romántico y oscuro de la narrativa, sumergiendo al espectador en un mundo donde cada sombra cuenta una historia.
Besson, fiel a su estilo, cuida los encuadres como si fueran pinturas en movimiento, mezclando el cine de época con momentos de dinamismo visual que recuerdan a su cine más moderno.
Conclusión
Fui al cine porque, desde pequeña, mi madre me enseñó que si uno admira a un director debe seguir su trayectoria. Ya había visto varias películas de Luc Besson y lo que siempre me ha fascinado es que, a diferencia de cineastas como Woody Allen o Wes Anderson, cuyo estilo es tan marcado y lineal, Besson se atreve a reinventarse. Puede pasar de un universo futurista y vibrante como El Quinto Elemento o Valerian, a la acción frenética de Transporter, el thriller de Lucy y ahora, el terror gótico de Drácula.
Esos giros, cambios y riesgos valen la pena verlos en la gran pantalla. Si la hubiera visto en televisión, no habría sentido ese mismo efecto de curiosidad, intriga y drama. Aunque Drácula siempre ha tenido su público de nicho, no importa la versión: siempre habrá un fan del ultramundo dispuesto a descender a las profundidades de la oscuridad.
