por Catalina Donoso
El debut en largometraje de Harry Lighton, Pillion, se presentó en el Festival de Cannes 2025 con una propuesta íntima y profundamente sensible. Conocido por sus cortometrajes dentro del circuito LGBTIQ+, Lighton confirma aquí su talento para narrar lo no dicho, lo sugerido, lo que se siente pero no siempre se expresa.
La historia sigue a dos adolescentes británicos recorriendo paisajes solitarios en motocicleta. Pero más allá del trayecto físico, Pillion nos habla de un viaje emocional: entre la amistad, el deseo y ese silencio tan característico de las primeras experiencias queer.

La narrativa huye de los lugares comunes del melodrama y apuesta por los matices: planos largos, diálogos escasos, miradas elocuentes. La estética visual recuerda a un diario íntimo, casi secreto. Es una película que no busca explicarse ni justificarse, simplemente existir.
Lo queer en Pillion no es un conflicto, es una presencia. Y en esa elección está también su belleza. La música entra en los momentos justos, la fotografía acompaña con ternura. No hay lecciones ni declaraciones, pero sí una sensación de verdad que cala hondo.
En un festival donde muchas veces brilla el ruido o el espectáculo, Pillion fue una joya silenciosa, que dejó huella en quienes supieron verla con el corazón abierto.

