
A veces las películas llegan en el momento justo, y aunque no tengan las mejores críticas, nos regalan una experiencia profundamente emocional. Así me pasó con The Best of Me (Lo mejor de mí), una cinta que encontré en YouTube mientras no tenía acceso a streaming. Contra todo pronóstico —y pese a su baja puntuación en Rotten Tomatoes (12% de los críticos, 59% del público)—, terminó siendo una grata sorpresa.
Este drama romántico no solo habla del amor entre dos personas, sino del amor hacia uno mismo. Es una historia sobre la redención, sobre cómo nos perdonamos, cómo podemos volver a nacer desde nuestros propios valores. ¿Quién no ha querido alguna vez una segunda oportunidad?
La película, basada en la novela de Nicholas Sparks, nos presenta a una pareja que se reencuentra veinte años después, cuando el destino —y el testamento de un viejo amigo en común— los obliga a convivir por unos días. Él fue como un padre para el protagonista y el testigo silencioso de un amor puro que el tiempo y las circunstancias separaron. Ahora, entre el rencor y la nostalgia, ese amor comienza a despertar nuevamente.
Un punto clave de la trama sucede al principio, cuando Dawson, que trabaja en una plataforma petrolera frente a la costa de Luisiana, sufre una explosión que casi lo mata. Es arrojado al agua, pero milagrosamente sobrevive gracias al recuerdo de la mujer que amó, Amanda, quien lo trae de vuelta a la vida. Este momento es crucial, porque Dawson no solo lucha por sobrevivir por él mismo, sino porque siente que tiene asuntos pendientes con el destino, con el amor que dejó atrás y la oportunidad de redimirse. La película no solo nos habla de un amor romántico, sino de la necesidad de sanar el pasado y de encontrar la fuerza para seguir adelante.
Por otro lado, Amanda, a pesar de tener una vida aparentemente estable, no ha podido dejar de amar a Dawson. Su matrimonio ha sido un fracaso no por falta de amor o de esfuerzo, sino porque el amor verdadero nunca desaparece, solo se transforma. La película nos muestra cómo ella, al reencontrarse con Dawson, debe enfrentar esa realidad y aceptar que, aunque su vida cambió, su corazón sigue anclado a su primer amor.

Y es aquí donde el jardín de Tuck se convierte en un símbolo hermoso. El jardín, que Dawson cuida con esmero, representa ese amor perpetuo que nunca muere, que sigue creciendo a pesar de la fragilidad de la naturaleza. «Eso es lo bello de la película: por eso el jardín simboliza el amor perpetuo, porque dentro de la fragilidad de la naturaleza sigue sobreviviendo, porque el amor verdadero jamás perece.»
Sin entrar en spoilers, solo diré que el final es conmovedor y deja una enseñanza muy poderosa: las personas que amamos verdaderamente nunca desaparecen del todo. Siguen vivas en nosotros, incluso cuando el tiempo parece haber pasado.
En mi opinión, vale la pena verla. Es cierto que es un drama, pero… ¿quién no ha vivido su propio drama de amor alguna vez?
Fue dirigida por Michael Hoffman y escrita por Will Fetters y J. Mills Goodloe, protagonizada por James Marsden, Michelle Monaghan, Luke Bracey y Liana Liberato.
