
En la fría y nublada mañana del viernes 4 de abril de 2025, la silueta majestuosa del Buque Escuela de la Armada Española, Juan Sebastián de Elcano, emergió entre la niebla al llegar al Molo de Abrigo de Valparaíso. La bahía, envuelta en brumas costeras, fue testigo de una bienvenida solemne: autoridades chilenas y españolas, junto a la Banda Instrumental de la Primera Zona Naval, recibieron a la tripulación, que saludaba desde las velas y la cubierta, ataviados con su tradicional chaqueta azul marino de 14 botones .
Ese mismo día, al atardecer, se celebró una recepción de gala a bordo del buque, un evento privado que reunió a invitados especiales y miembros de la comunidad española, fortaleciendo los lazos entre ambas naciones.
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El fin de semana del 5 y 6 de abril, el Elcano abrió sus puertas al público, permitiendo que 2.400 personas recorrieran sus cubiertas y conocieran de cerca la vida a bordo de este emblemático velero . Las largas filas de visitantes, llenas de paciencia e ilusión, reflejaban el interés y admiración que despierta este embajador flotante de la cultura española.
El lunes 7 de abril, la tripulación visitó el Museo Marítimo Nacional y la Escuela Naval, donde se realizó la entrega de un busto del héroe naval español Blas de Lezo, simbolizando la hermandad y colaboración entre las armadas de ambos países.
Durante su estancia, la presencia de la Princesa Leonor, quien realiza su formación militar a bordo del Elcano, generó gran expectación. Su participación activa en las actividades del buque y su cercanía con la gente dejaron una impresión imborrable en quienes tuvieron la oportunidad de verla .
El Juan Sebastián de Elcano no es solo un buque escuela; es un símbolo viviente de historia, tradición y esperanza. Su paso por Valparaíso dejó una estela de admiración y afecto, recordándonos que, más allá de las fronteras, el mar nos une en una travesía compartida de aprendizaje y hermandad.
Una experiencia que queda en el alma
Visitar el Juan Sebastián de Elcano fue como abrir una puerta al pasado y al mismo tiempo asomarse a un futuro lleno de esperanza. Caminar por sus cubiertas de madera, saludar a los marineros que nos recibían con sonrisas sinceras, admirar los detalles del barco y respirar ese aire salino lleno de historias, fue una experiencia profundamente emotiva.
Fui con mi madre, quien capturó con su cámara cada instante de nuestra visita. Recibimos una postal y unas insignias que ahora guardo como tesoros. Pero más allá de los objetos, me quedó el recuerdo de la nobleza de su tripulación, de la calidez con la que compartieron su mundo con nosotros.
Al ver a los jóvenes guardiamarinas subidos en las velas, firmes y orgullosos, sentí que la tradición no es una cosa del pasado: sigue viva, latiendo con fuerza en cada uno de ellos.
Y mientras caminaba por el puerto de Valparaíso, ciudad de mar y memoria, pensé en todos los padres, madres, hijos e hijas de estos marineros que recorren los océanos. En ese amor que cruza el mundo y en la hermosa misión de llevar un mensaje de paz, cultura y encuentro entre los pueblos.
Gracias, Elcano, por abrirnos tu corazón de madera y vela. Te llevamos en el alma.
