
Por José Blanco Jiménez (Joblar)
Película chilena entretenida sobre todo para los que conocen los avatares de una empresa teatral sostenida sobre todo con la buena voluntad…
Hay películas en las que me queda claro que los que más se divierten son los que las hicieron. Willy Semler, que es conocido en Chile por su participación en series televisivas, se interpreta a sí mismo, como un director de teatro que está preparando para las tablas una nueva versión de Drácula, de Bram Stoker. Según su parecer, es una obra de gran contenido y actualidad. Por lo tanto, debería ser un éxito a pesar de que en ello creen sólo él mismo y Kiki, su pareja (Francisca Rojo).

Su hija (Valentina Acuña), fruto de un primer matrimonio, lo odia. Los tres actores escogidos para la obra (Cuti Aste, Ale Farinelli y Patrizio Gecele), son principiantes y se mueven por inercia.
No es fácil encontrar una sala para estrenar y se debe recurrir a una antigua amistad (Jaime McManus), que quiere dinero y accede ante la mediación de Kiki. Se respira una atmósfera de desastre.

Sin embargo, ocurre algo inesperado. La película empieza con la pareja Willy-Kiki que están dentro de un auto, que a su vez se encuentra en un “Car Wash”. De su conversación se transparenta (como sus imágenes que aparecen y desaparecen junto con la espuma de los vidrios), que él sufre de un cáncer al cerebro, pero la noticia no debe saberse.
La tensión ambiente aumenta cuando la hija vuelve a vivir a la casa y, entre pito y pito de marihuana, inicia un amorío con Cuti, que viene saliendo de un matrimonio fracasado. No usar llave y saltar la reja pasa a ser un lugar común, que aumenta la sensación de desorden.
En los ensayos queda en claro que los intérpretes no están muy convencidos de los que están haciendo. En conclusión: un relajo, eufemismo que me exime de escribir otro lugar común más eficaz.

Pero es ahí cuando se difunde el secreto mejor guardado y —citando a García Márquez—, la situación de Willy pasa a ser “una muerte anunciada”.
Allí todo cambia, porque el morbo (como lo demostró un documental sobre el Alzheimer), abre la curiosidad del respetable público y determina que todos quieren hacer más llevadero el período de vida que le queda y comprar la entrada para ir a verlo al teatro.
Yo llego hasta aquí. Me entretuvo, porque —hace ya bastante tiempo—, participé en puestas de escena como actor y como director y me consta que todo es posible con tal de llegar a un buen resultado. Y más que una película parece un reality o un documental.

¡A propósito! Se incluye un inútil cameo que no aporta nada. ¡Podría ser otro chiste!
