
por Catalina Donoso
Fui a ver la película chilena, el vacío del director Gustavo Graef Marino, un drama amoroso y existencial que deja a la reflexión de la importancia de saber aceptarse, querer se así mismo y no ser mendigos de amor.
La historia narra de la vida de un director mayor y en decadencia, interpretado por el célebre Francisco Reyes, quien es el pilar de la película, él vive de las viejas glorias de un peliculón que lo llevó a la cima, sin embargo lo difícil no es alcanzar el éxito, sino mantenerlo y eso fue lo que le pasó a nuestro protagonista, porque jamás pudo crear otra película que volviera a conquistar a su público, sino que fue cosechando fracasos tras fracasos, los que fueron enterrando su fama hasta quedar en el olvido.
Ahora viejo en el ocaso de su vida, se ve que se encuentra no solo y olvidado, abandonado por el mundo cinematográfico, encuentra refugio y como último recurso apego a su vida, busca consuelo en el amor de una mujer madura a sus cuarenta años, con una hija interpretado por Javiera Díaz de Valdés, una ama de casa acomodada, de alta sociedad, que nunca queda claro en qué trabaja, pero que disfruta de su relajada vida en la casa de la playa en Maitencillo, tiene una hija insoportable interpretada por Aída Caballero, una jovencita tan malcriada como su madre que no le importa nada egoísta, hace la vida miserable a quien le rodea, en la película balbucea un inglés decadente.

Así, toda la película será una reflexión de un amor maltrecho que solo está ahí para aplacar el vacío de la soledad, porque para los protagonistas no es importante amar, sino aplacar ese miserable eco de la soledad y la reflexión de su realidad que aunque bienaventurada y acomodada carece de valores y respeto hacia el prójimo.
Me gusto la actuación de Francisco Reyes, sus reflexiones, sus monólogos y como él se enfrenta a un amor tacaño de cariño y sinceridad, cómo se aferra a no está solo y luchar por conquistar lo inconquistable, el agradecimiento de la simple compañía , me encantó Francisco en su monólogo final épico , demuestra una vez más su grandes dotes experimentados de actor y una excelente apuesta del director Gustavo Graef Marino quien plasma en este drama psicológico sus mismas vivencias.
La química entre Francisco Reyes, Javiera Díaz de Valdés es pésima, se supone que debe demostrar una pareja enamorada, pero no pueden estar más lejos el uno del otro, la relación con su hija es aburrida y tediosa, Javiera no puede estar peor, su rostro ni se inmuta a y tiene la misma actuación sobria en toda la película literalmente me acordé a la canción de Shakira fue culpa de la monotonía.
La película me gusto, fue interesante de ver, me encanto la escenografía de las casas y las vistas de la playa como se van paulatinamente presentados los casos de desencanto. Está muy bien estructurada y el montaje está muy bien, sin duda podría ser una muy buena obra de teatro para ver y disfrutar.
